Vos podés ser un ángel guardián
Women’s health / Diciembre 2011
Para estas mujeres es natural ponerse en el lugar del otro. Vibraron con la necesidad del prójimo en una situación límite y se ofrecieron por entero para ayudar a un familiar o a un desconocido. Te contamos tres historias de mujeres valientes, amorosas y solidarias, que donaron una parte de su cuerpo y salvaron vidas.
Nada más ni nada menos que dar vida. De eso se trata la donación de órganos, de sangre
y de tejidos. En el caso de un trasplante de órganos, los médicos agotan todas las alternativas para recuperar la salud del paciente antes de tomar esta decisión.
Esto ocurre cuando un órgano vital está enfermo, sin posibilidad de recuperación, y necesita ser reemplazado por otro sano. Es una situación límite que solo puede ser subsanada gracias a la voluntad de las personas que dan su consentimiento para donar. De acuerdo a datos suministrados por el Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante), la donación de órganos se concreta solo en 5 de cada 1.000 fallecimientos debido a la complejidad de los requerimientos necesarios
para llevarla a cabo. La muerte del donante tiene que suceder en una unidad de terapia intensiva y requiere de inmediato una serie de pasos coordinados en simultáneo.
Solo en algunas ocasiones el trasplante puede ser de un donante en vida. Es el caso de los órganos riñón e hígado y del trasplante de médula ósea.
A continuación te contamos historias de mujeres que se convirtieron en ángeles guardianes de personas que necesitaban esa ayuda.
La conciencia más benéfica
Desde hace 17 años, la española Sandra González Altea dona sangre periódicamente. “Lo hago porque conozco la falta de sangre que hay en los hospitales. En España hay bastante conciencia y la gente está acostumbrada a donar. No recuerdo haber visto nunca una campaña solicitando algún grupo y factor, como muchas veces he visto u oído aquí en la Argentina en los medios de comunicación”, relata Sandra González (37), licenciada en Derecho, quien trabaja en nuestro país en temas de participación comunitaria en asentamientos de la Provincia de Buenos Aires. Sandra dona sangre por lo menos una vez al año porque entiende que es una necesidad y que mucha gente que está enferma e internada necesita transfusiones. Para que el sistema esté en equilibrio, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomienda que el 3,5 % de la población done sangre. En nuestro país estamos lejos de esa meta.
Miles de pacientes, todos los días, salvan su vida o recuperan su salud gracias a las transfusiones de productos sanguíneos.
“La primera vez que doné fue a los 19 años. En España es muy común que haya unidades móviles de donación. Recuerdo que había una instalada en la universidad y dije ¿por qué no? Es un bene cio para la sociedad, y luego de la donación, cada 3 meses, llegaba a mi domicilio una carta en la que me noti caban de los centros cercanos disponibles para ir a donar”, explica Sandra sobre la plani cación que tiene su país. Hoy en día, la transfusión de sangre o de sus derivados se ha convertido en una parte imprescindible en la asistencia sanitaria. El incremento de los accidentes, la creación de unidades de medicina intensiva y las necesidades de algunos enfermos que antes eran considerados irrecuperables han provocado esta demanda creciente de sangre. “Hay mucho desconocimiento y la gente aún cree que puede contraer alguna enfermedad. Hoy en día están dadas todas las condiciones de seguridad y la donación está muy controlada”. Por otra parte, el hecho de donar sangre para algunas personas supone tener “algún malestar físico, como mareos o baja de presión, por ejemplo. En mi caso ese día me siento débil, pero es algo absolutamente pasajero”, aclara Sandra.
“Donar sangre solo supone 5 minutos de nuestras vidas, hay que perder el miedo y ser altruista”, concluye la abogada que además es actriz de la obra De la muerte y otras yerbas, que se exhibe en el Teatro de la Comedia.
El amor más profundo
«Atresias de Vías Biliares» (AVB). Ese fue el diagnóstico de Lola, de apenas 2 meses, hija de Lorena Portillo (36), hace seis años. Su abuelo pediatra había observado un tono amarillento en la piel de la nena, por lo que decidieron realizarle estudios en el Hospital Italiano de Buenos Aires. El resultado fue AVB, un caso cada 10 mil nacimientos. La solución, un trasplante de hígado.
Por la mente de Lorena pasaron mil imágenes: las de las campañas y noticias sobre personas que necesitaban con urgencia un donante para poder sobrevivir. Pero los médicos la tranquilizaron, ella podría ser la donante.
De acuerdo a la contextura física de Lorena y por haber llevado una vida sana (siempre se cuidó con las comidas, nunca había fumado ni bebido alcohol), los especialistas recomendaron que la mamá, (quien también era compatible a nivel sanguíneo) donara parte de su hígado a Lola. Lorena no lo dudó ni un segundo: “Sentí alivio al saber que no tenía que depender de la solidaridad de una persona en la peor situación que le toca vivir”. Aunque ya estaba la donante, todo paciente necesitado ingresa en la lista de espera del Incucai, por lo que los padres siguieron el procedimiento administrativo habitual. Mientras tanto comenzaron con la evaluación pre- trasplante: “Examinaron no solo mi estado físico –explica Lorena–, sino también el estado emocional y nuestra situación ambiental, como por ejemplo, cuántos baños había en mi casa y cuántos cuartos”, recuerda. Lo que venía no era fácil: una recuperación de meses por la cirugía de riesgo que implicaba que a Lorena le quitaran el 20% de su hígado, y los extremos cuidados que necesitaría Lola luego de la operación.
Pero Lorena tenía la férrea convicción de que todo saldría bien. Llegó el día y la operación salió como esperaban. “Lola estuvo cinco días sedada para no sentir dolor, luego necesitaba de mis cuidados, por eso era importante que yo me sintiera bien. Y tuve una recuperación buenísima: a los 5 días ya estaba de pie”, comenta Lorena.
Hoy, Lola tiene seis años y a pesar de que debe hacerse controles periódicos y cuidarse, Lorena trata de que lleve una vida como la de cualquier chico de su edad. Frente a lo que le tocó vivir, tiene una mirada positiva. “Es difícil, pero se puede salir adelante. Hay queirdeundíaalavez. Con constancia, paciencia
y mucho amor. La muestra es también Nina (su tercer hijo), porque a los tres meses del trasplante ¡quedé embarazada! Al ser madre, sacás la fuerza necesaria. Cuando me dicen ‘sos re valiente’, siento que en realidad no hay otra opción, ningún padre considera otra opción. Es natural. No soy un héroe”.